Ma’awe y el manitú

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Ma'awe y el manitú (I)
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Ma'awe y el manitú (II)
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Ma'awe y el manitú (III)
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Ma'awe y el manitú (I)
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Ma'awe y el manitú (III)

Ma'awe y el manitú (I)

Ma'awe y el manitú (I)
Ma'awe y el manitú (I)NameMa'awe y el manitú (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
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DescriptionUn pergamino de tela del Pueblo de los Manantiales que cuenta la leyenda de cómo el joven dragón Ma'awe creó las aguas termales. Cada fragmento parece haber sido escrito por un poeta de una época distinta.
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, las tierras de Natlan fueron el hogar donde los orgullosos dragones deambulaban con total libertad.
En aquellos tiempos aún no existían tribus humanas, y los dragones eran mucho más grandes y orgullosos que ahora.
Al igual que los humanos de hoy día, los dragones se dividían en diferentes tribus, cada una gobernada por su propia matriarca.
Entonces, no había aguas termales ni lagos tan tranquilos y cristalinos como joyas.
Y por supuesto, claro está tampoco había ruidosos bardos ambulantes ni esos lánguidos poetas de las aguas termales.

En aquel entonces, entre los dragones que deambulaban por la vasta tierra escarlata, había una cría diferente al resto.
Como seres orgullosos que eran, siempre habían mirado por encima del hombro al resto de seres vivos, ya fueran mensajeros de los cielos o almas mortales.
Ni siquiera las guerras antiguas pudieron eliminar su abrumadora dignidad; al contrario, la llama del sufrimiento forjó su fortaleza y orgullo.
Pero aquella cría de dragón era diferente. Le fascinaba escuchar canciones de los manitúes mientras en secreto observaba el comportamiento de los humanos.
Se llamaba Ma'awe, que significa “vínculo” en una lengua antigua que ya nadie conoce.

El pequeño Ma'awe nunca había vivido las guerras antiguas y desconocía las “virtudes” de los dragones.
Para él, no había nada más placentero que las frescas noches bajo la luna y las cálidas sombras que reflejaban los acantilados rojizos.
“¿Cómo puede tolerarse tanta holgazanería en el palacio del Señor de los Dragones? La cría debe rencontrar la ambición y furia de su noble legado”.
Así afirmó la matriarca de los dragones, ordenando al pequeño Ma'awe abandonar la tribu para crecer como un verdadero dragón.
Solo así su corazón se endurecería hasta ser tan duro y orgulloso como la obsidiana, y podrá entonces perseguir elevadas y crueles ambiciones...

Ma'awe y el manitú (II)

Ma'awe y el manitú (II)
Ma'awe y el manitú (II)NameMa'awe y el manitú (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
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DescriptionUn pergamino de tela del Pueblo de los Manantiales que cuenta la leyenda de cómo el joven dragón Ma'awe creó las aguas termales. Cada fragmento parece haber sido escrito por un poeta de una época distinta.
De esta manera, el solitario Ma'awe se adentró en el rojizo desierto sin límites.
Tenía que pasar por las pruebas del sol abrasador y el desierto desolador como un verdadero dragón.
Debía encontrar la noble ambición y furia mientras cultivaba un comportamiento orgulloso y su naturaleza virtuosa.
El manitú, que solía acompañarlo en sus inocentes sueños,
se unió a Ma'awe en su búsqueda de la furia. Tal vez no fuera a estar tan solo como creía.

Ma'awe caminó hacia el este, hacia las montañas envueltas por las nubes azufradas.
Llegó a los cañones y se adentró en las oscuras minas.
Saludó alegremente a los miembros de su tribu que buscaban cristales brillantes en la montaña,
pero solo recibió sus propios ecos como respuesta desde dentro de la oscura mina.
Al parecer, los que vivían ahí estaban acostumbrados al silencio y la soledad que les rodeaba.
A día de hoy, han involucionado en seres que se mueven entre las rocas de las montañas.
Como en las rocas no encontraba la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el oeste, hacia los bosques oscuros, muertos desde hace tiempo.
Pasó por encima de los huesos de sus antepasados y los honró como un verdadero dragón.
Ma'awe llegó al majestuoso palacio construido con innumerables ramas.
Saludó a los suyos, que volaban libremente por el bosque,
pero solo le respondió el soplido del viento y el crujir de las ramas que se agitaban.
Al parecer, los que vivían ahí estaban acostumbrados al silencio y la soledad que les rodeaba.
A día de hoy, han involucionado en seres que recorren el bosque en silencio en busca de comida.
Como en el bosque no halló la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el sur, a las praderas otoñales donde los ríos se habían secado,
a través de restos de antiguos sueños, de deseos fragmentados de la juventud,
y por las ilusiones más antiguas que estaban descoloridas por los años.
Ma'awe atravesó las tierras muertas y neblinosas para llegar a donde estaban los suyos.
Así, saludó a los que estaban sumergidos en sueños entre la niebla.
Estos respondieron con simpatía y le invitaron a sumergirse en un bonito sueño.
“Te lo rogamos, quédate aquí, distinguido invitado de tierras lejanas, hermano nuestro.
Quédate en nuestro sueño, crea con nosotros el pasado y el presente.
Quédate en nuestro sueño, e imagina con nosotros un maravilloso futuro”.
El glorioso pasado y futuro de los dragones resplandecía, iluminados por el milagroso brillo de su sueño.
Ma'awe casi se dejó llevar por su encanto, pero la canción de su compañero lo despertó.
Como en el sueño no halló la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el norte, hacia los confines de la tierra donde nadie había puesto pie.
Atravesó deltas del río de lava a través de silenciosos páramos desoladores.
Pasó por tierras donde danzaban espíritus flamígeros y atravesó la fría puerta de obsidiana.
Finalmente Ma'awe y su compañero se encontraron con el dragón sabio que estaba en lo alto del trono.
“Jovencito, ¿qué te trae ante mí?”.
El gentil dragón sabio preguntó a Ma'awe, totalmente maravillado.
“Creía que la batalla contra el cielo había endurecido el corazón de nuestra especie,
y que el odio que los llenaba les hacía incapaces de aceptar mis consejos.
No esperaba que se presentara ante mí alguien tan joven.
Dime, ¿qué deseas? Tal vez pueda hacer una excepción para satisfacerte”.

Entonces, Ma'awe compartió sus experiencias con el dragón sabio.
Ma'awe contó sus apreciados sueños del pasado, cuando disfrutaba de las frescas noches bajo la luna,
las cálidas sombras que reflectaban los acantilados rojizos, y las canciones de los manitúes.
Ma'awe también contó su expulsión de la tribu por la matriarca y su búsqueda de la furia, tan difícil de encontrar.

“Jovencito, eres tan ingenuo, pero a la vez tan arrogante.
Llegas hasta mí, pero me pides algo que ni yo podría conseguir.
Te puedes marchar, pues no está aquí la furia que buscas”.
El dragón sabio cerró la puerta de obsidiana y no respondió ninguna pregunta más de Ma'awe.

Ma'awe y el manitú (III)

Ma'awe y el manitú (III)
Ma'awe y el manitú (III)NameMa'awe y el manitú (III)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, loc_fam_book_family_1053
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DescriptionUn pergamino de tela del Pueblo de los Manantiales que cuenta la leyenda de cómo el joven dragón Ma'awe creó las aguas termales. Cada fragmento parece haber sido escrito por un poeta de una época distinta.
Entonces, ante las puertas cerradas, Ma'awe solo pudo irse decepcionado.
Cuando estaban bajando de las montañas, el manitú que le había estado acompañando perdió su luz y temperatura por haberse alejado de la tierra fértil de flogisto, por lo que se volvió pálido, y su canto se hizo cada vez más distante y borroso.
Desanimado y afligido, Ma'awe buscó desesperadamente la forma de salvar a su compañero. Sin embargo, la puerta de obsidiana permaneció firmemente cerrada, y el dragón sabio no volvió a dignarse a dirigir la mirada al joven.
“... Espárceme en aguas de azufre, entiérrame en las profundidades heladas...”.
Esa fue la voz que Ma'awe oyó, aunque en realidad el manitú no podía hablar, pero Ma'awe no lo sabía, así que decidió cumplir el deseo de su compañero.
Nadie sabía cuánto tiempo caminó, ni por cuántos espejismos pasó, ni a cuántos momentos de vida o muerte sobrevivió, pero Ma'awe llegó finalmente a la tierra de aguas termales repleta de estanques de azufre. Este territorio era inhabitable para los seres vivos, pues nada más acercarse serían abrasados por gases tóxicos sulfurosos y derretidos por aguas ácidas hirvientes.
Pero milagrosamente, cuando Ma'awe esparció el cuerpo de su compañero en el estanque de azufre, el agua hirviente y ácida se transformó en un manantial transparente.
Y fue de esos manantiales de donde nacieron los primeros poetas de nuestra tribu. Como dicen en la tribu Meztli: “Poetas y bardos nacieron del azufre”, porque sus palabras son realmente abrasadoras y penetrantes.
De este modo, el pequeño Ma'awe creó las primeras termas de Natlan.
Y así fue como Ma'awe se asentó en la tierra de las aguas termales. Con el cambio de entorno, sus garras afiladas se transformaron en hermosas aletas aerodinámicas, y su cuerpo delgado se redondeó, dando lugar al primer Koholasaurio.
Por supuesto, Ma'awe nunca se olvidó de su compañero. ¿Cómo se iba a olvidar del amigo que le acompañó en su aventura?
Ma'awe enseñó todas las canciones que aprendió a los seres humanos nacidos en los manantiales. Efectivamente, aquellos humanos fueron nuestros antepasados. Y así, todas las canciones que los Meztli seguimos transmitiendo son ecos de aquella era ancestral.

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