Ma’awe y el manitú (II)

Ma'awe y el manitú (II)
Ma'awe y el manitú (II)NameMa'awe y el manitú (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, loc_fam_book_family_1053
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DescriptionUn pergamino de tela del Pueblo de los Manantiales que cuenta la leyenda de cómo el joven dragón Ma'awe creó las aguas termales. Cada fragmento parece haber sido escrito por un poeta de una época distinta.

Item Story

De esta manera, el solitario Ma'awe se adentró en el rojizo desierto sin límites.
Tenía que pasar por las pruebas del sol abrasador y el desierto desolador como un verdadero dragón.
Debía encontrar la noble ambición y furia mientras cultivaba un comportamiento orgulloso y su naturaleza virtuosa.
El manitú, que solía acompañarlo en sus inocentes sueños,
se unió a Ma'awe en su búsqueda de la furia. Tal vez no fuera a estar tan solo como creía.

Ma'awe caminó hacia el este, hacia las montañas envueltas por las nubes azufradas.
Llegó a los cañones y se adentró en las oscuras minas.
Saludó alegremente a los miembros de su tribu que buscaban cristales brillantes en la montaña,
pero solo recibió sus propios ecos como respuesta desde dentro de la oscura mina.
Al parecer, los que vivían ahí estaban acostumbrados al silencio y la soledad que les rodeaba.
A día de hoy, han involucionado en seres que se mueven entre las rocas de las montañas.
Como en las rocas no encontraba la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el oeste, hacia los bosques oscuros, muertos desde hace tiempo.
Pasó por encima de los huesos de sus antepasados y los honró como un verdadero dragón.
Ma'awe llegó al majestuoso palacio construido con innumerables ramas.
Saludó a los suyos, que volaban libremente por el bosque,
pero solo le respondió el soplido del viento y el crujir de las ramas que se agitaban.
Al parecer, los que vivían ahí estaban acostumbrados al silencio y la soledad que les rodeaba.
A día de hoy, han involucionado en seres que recorren el bosque en silencio en busca de comida.
Como en el bosque no halló la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el sur, a las praderas otoñales donde los ríos se habían secado,
a través de restos de antiguos sueños, de deseos fragmentados de la juventud,
y por las ilusiones más antiguas que estaban descoloridas por los años.
Ma'awe atravesó las tierras muertas y neblinosas para llegar a donde estaban los suyos.
Así, saludó a los que estaban sumergidos en sueños entre la niebla.
Estos respondieron con simpatía y le invitaron a sumergirse en un bonito sueño.
“Te lo rogamos, quédate aquí, distinguido invitado de tierras lejanas, hermano nuestro.
Quédate en nuestro sueño, crea con nosotros el pasado y el presente.
Quédate en nuestro sueño, e imagina con nosotros un maravilloso futuro”.
El glorioso pasado y futuro de los dragones resplandecía, iluminados por el milagroso brillo de su sueño.
Ma'awe casi se dejó llevar por su encanto, pero la canción de su compañero lo despertó.
Como en el sueño no halló la furia que buscaba, Ma'awe se encogió de hombros y se fue.

Ma'awe caminó hacia el norte, hacia los confines de la tierra donde nadie había puesto pie.
Atravesó deltas del río de lava a través de silenciosos páramos desoladores.
Pasó por tierras donde danzaban espíritus flamígeros y atravesó la fría puerta de obsidiana.
Finalmente Ma'awe y su compañero se encontraron con el dragón sabio que estaba en lo alto del trono.
“Jovencito, ¿qué te trae ante mí?”.
El gentil dragón sabio preguntó a Ma'awe, totalmente maravillado.
“Creía que la batalla contra el cielo había endurecido el corazón de nuestra especie,
y que el odio que los llenaba les hacía incapaces de aceptar mis consejos.
No esperaba que se presentara ante mí alguien tan joven.
Dime, ¿qué deseas? Tal vez pueda hacer una excepción para satisfacerte”.

Entonces, Ma'awe compartió sus experiencias con el dragón sabio.
Ma'awe contó sus apreciados sueños del pasado, cuando disfrutaba de las frescas noches bajo la luna,
las cálidas sombras que reflectaban los acantilados rojizos, y las canciones de los manitúes.
Ma'awe también contó su expulsión de la tribu por la matriarca y su búsqueda de la furia, tan difícil de encontrar.

“Jovencito, eres tan ingenuo, pero a la vez tan arrogante.
Llegas hasta mí, pero me pides algo que ni yo podría conseguir.
Te puedes marchar, pues no está aquí la furia que buscas”.
El dragón sabio cerró la puerta de obsidiana y no respondió ninguna pregunta más de Ma'awe.

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