Manuscrito de la diosa (I)

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Manuscrito de la diosa (I)
Manuscrito de la diosa (I)1
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Non-Codex Series, loc_fam_book_family_6969331
Manuscrito de la diosa (II)
Manuscrito de la diosa (II)1
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loc_fam_book_family_6969331, Non-Codex Series
Manuscrito de la diosa (III)
Manuscrito de la diosa (III)1
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Manuscrito de la diosa (I)
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Manuscrito de la diosa (III)

Manuscrito de la diosa (I)

Manuscrito de la diosa (I)
Manuscrito de la diosa (I)NameManuscrito de la diosa (I)
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyNon-Codex Series, loc_fam_book_family_6969331
RarityRaritystr
DescriptionUna historia que escribió personalmente la diosa que creó el mundo. Este es el plano de la creación de Simulanka, un hecho que resulta indiscutible.
...
El valiente François se subió a un\nmontón de paja, tomó la horca y la clavó
en la cima de la montaña.\nA sus espaldas, resplandecía
la luna llena.

Gritó a pleno pulmón los nombres\nde todos los habitantes de la aldea.\nEl primero de todos
fue el del jefe, quien se asustó tanto\nque de repente sintió deseos\nde subirse a aquel montón de paja
para callarle la boca a François.
“¡¿Estás loco?! ¡Si sigues gritando así,
vas a atraer al dragón!”.
“¡Eres un inútil! ¡¿Acaso no puedes ver\nque ese dragón ha destruido el molino
de viento que construimos entre todos?!
¡¿Y a ti solo te preocupa\nque el dragón regrese?!”.
A François le hubiera encantado\npoder patear al jefe de la aldea\nen aquel momento. No obstante,\nen lugar de eso, se contuvo
al recordar que el jefe era necesario\npara mantener la seguridad
de la gente de la aldea.
François se percató de que ya habían\nllegado la mayoría de aldeanos,
así que se aclaró la garganta\ny comenzó a hablar. “Queridos vecinos,
¿ustedes de veras piensan que\ntenemos que seguir aguantando esto?”.
“No es que queramos seguir aguantando\nesta situación, pero no tenemos forma
de enfrentarnos al dragón”, respondió\nel dueño de la tienda de alimentación.
“¿Y quién les ha dicho que no?\n¿Acaso no han visto cómo salté hacia\nsu cuello desde el molino de viento
para apuñalarlo dos veces con mi espada
antes de que cayera al suelo y huyese?”
Todos trabajaron muy duro para construir\naquel molino, el cual ahora estaba\nreducido a escombros.
Es por eso que aquellas palabras\nles enfureci█ro█ tanto.
Así pues, a█za██ las manos a la vez,\ndecidieron lu███contra el dragón.
Sin embargo, François levantó la suya\npara detener a los demás:
“Será mejor que volvamos todos a casa por hoy.\nEn estos momentos, el sentimiento de
seguridad que sienten todos no nace\nde la valentía, sino de la furia.
Si todavía queremos enfrentar\nesta crisis después de habernos calmado,
entonces podremos decir que nuestras\nacciones se guían por el valor”.
Así, se marcharon todos a casa. Al día\nsiguiente, todavía había muchos jóvenes
que anhelaban acompañar a François\na enfrentarse al dragón.
...
¿Quién habría imaginado que ese valiente\nposeía la protección de la diosa
de la Carta Magnífica? El dragón malvado\nconoció al valiente
y no fue capaz de escupir fuego\nni de usar sus garras,
lo que permitió que sus rivales pudieran\nhacer pausas y combatir por turnos.
Así, tras incontables días\ny noches de combate,
el dragón no pudo soportarlo más,\nasí que prefirió rendirse.
...
A. A.

Manuscrito de la diosa (II)

Manuscrito de la diosa (II)
Manuscrito de la diosa (II)NameManuscrito de la diosa (II)
Type (Ingame)Objeto de misión
Familyloc_fam_book_family_6969331, Non-Codex Series
RarityRaritystr
DescriptionUn manuscrito escrito por la autora de un cuento de hadas. Por alguna razón, el papel tiene un agujero que parece...
...
El sabio Antonio, que se hallaba en el\nsótano de una casa a punto de\nderrumbarse, había comenzado a leer un
libro antiguo que encontró. Su lámpara\nde aceite temblaba ligeramente cada
cierto tiempo debido al derrumbe de los
pisos superiores del edificio.
La aldea iba a ser destruida\nsimbólicamente por el dragón, y este\nhabía elegido a Antonio por no haber
vuelto a casa a aquella noche. No\nobstante, a Antonio no parecía
importarle. Solo deseaba poder\ninvestigar aquel libro que
una anciana le había dado cuando cruzaba\nel puente aquel día.
El libro se llamaba «Car█a █agnífica».
En él, se documentaba█ l██ reglas que\ndebían respetar todos lo███eres de
Simulanka. Había sido escrito en la\nlengua de la creación primordial.
Pero de no haber sido por la sabiduría\nindiscutible que Antonio poseía, habría
sido imposible investigar y descifrar\naquel texto antiguo.
En este libro no se proponían soluciones\npara resolver la dificultad a la que se
estaba enfrentando la Aldea de las\nConstelaciones, y tampoco pudo serle de\nayuda para reparar su casa derruida.
Sin embargo, él sabía que su sabiduría
era lo más valioso que poseía.
Los rayos de sol de la mañana brillaban\na través de las ruinas de lo que había\nsido su casa, y el herrero y el jefe
rechoncho de la aldea, que vivían en los\nalrededores, tuvieron que invertir\ngrandes esfuerzos para poder deshacerse\nde los escombros que bloqueaban la
puerta del sótano de la casa.
Con ojeras marcando sus ojos, Antonio se\ndirigió al jefe rechoncho y le dijo:
“Me voy a cazar al dragón. Regresaré\nenseguida”.
“¿A qué viene tanta prisa? No parece que\nhayas dormido bien”.
“Es solo el humo de la lámpara de\naceite, no te preocupes”.
...
El dragón, que estaba sentado sobre la\ncima de una gran montaña de tesoros,\ndirigió su vista hacia abajo
contemplando cómo aquel insignificante\nhombre se aproximaba hacia él. En su\ngarganta acumulaba llamas de fuego,
preparándose para carbonizar el área que\nse situaba a un centímetro de él solo
para asustar a aquel pequeño humano que\nhabía osado visitarle.
“¡Detente! Soy un maestro certificado de\nsegundo rango. Según dice en la «Carta
Magnífica», si yo me niego a combatir en\nun duelo contra ti, tú no puedes
recurrir a la fuerza”.
Era cierto que aquella restricción\nexistía, por lo que el dragón se tragó
sus llamas. Pensó en lo incómodo que\nsería ir al baño al día siguiente.
Antonio jamás se habría imaginado que\nprepararse para aquel examen para el
certificado de maestro de segundo rango\nle resultaría útil algún día.
“Y ya que soy un maestro de segundo\nrango, te invito a participar en un
duelo de preguntas y respuestas. ¡Y no\ntienes derecho a negarte!”
Era cierto que, en aquel momento,\nSimulanka contaba con esa ley.
Principalmente, beneficiaba a las\nesfinges, a los sabios ancianos y a las
princesas que adoraban hacer más\ndifíciles las vidas de los demás. El\ndragón nunca se había planteado antes
que llegaría el día en el que esa ley le\nafectaría.
“Mi primera pregunta es: Si vendí mi\ncasa por 8000 Moras ayer, pero yo,
pensando que podría conseguir un mejor\nprecio, la volví a comprar por 9000
Moras con la idea de venderla por\n10 000, ¿cuántos Moras he perdido al
final?”.
El dragón se rio con desdén y exclamó:\n“¿Qué tiene esto de difícil? Está claro
que deberías haber esperado a que\ntuviera un valor de 10 000 antes de\nvenderla en primer lugar. Pero la
vendiste por 8000, y luego la compraste\nde nuevo por 9000, así que perdiste 1000
Moras que podrías haber ganado desde un\nprincipio”.
“Respuesta incorrecta. Ayer quemaste mi\ncasa, así que no pude venderla a tiempo
y mi pérdida ha sido mucho mayor”.
“P-perdón. Es cierto que quemé una casa,
pero tú no estabas dentro, así que elegí
la tuya, para no hacer daño a nadie”.
“Ahora que has perdido el duelo, tengo\nel derecho de cobrar el valor
equivalente a tu vida menos un Mora. Y
teniendo en cuenta que quemaste mi casa,\npuedo reclamar una compensación por
daños y perjuicios. Asumamos que mi casa\nsolo vale 1 Mora. Bien. En ese caso,
dragón malvado, tendrás que destruirte\na ti mismo”.
“P-por favor, perdóname. ¡Te daré
cualquier cosa que desees!”
“Has sido tú quien ha pronunciado esas\npalabras, no yo”, dijo mientras sacaba
un contrato que había escrito tiempo\natrás.
...
Así fue como Antonio se sirvió de su\nsabiduría para llevarse todos los
tesoros del dragón. El dragón,\ndevastado, no volvió a atacar la Aldea
de las Constelaciones donde vivía\nAntonio.
Años después, un niño preguntó a\nAntonio:
“Vendiste tu casa por 8000 Moras y la\nvolviste a comprar por 9000. Así que
realmente perdiste 1000 Moras”.

A. A.

Manuscrito de la diosa (III)

Manuscrito de la diosa (III)
Manuscrito de la diosa (III)NameManuscrito de la diosa (III)
Type (Ingame)Objeto de misión
Familyloc_fam_book_family_6969331, Non-Codex Series
RarityRaritystr
DescriptionUn mero cuento de hadas escrito por una persona común y corriente. Si prestas atención, hay marcas en el papel hechas por un gato...
...
Galileo y Alberto lograron de nuevo\nuna infinidad de hazañas hoy.
A pesar de que fue agotador tener que\nayudar a la anciana del puente a
trasladar los barriles de sidra\nde manzana, cada uno consiguió un barril
como recompensa.
La luz de luna brillaba en mitad\nde un hermoso cielo despejado, y los dos
amigos escalaron el alto muro que se \nhabía construido para repeler al dragón.
Alberto perdió la partida del juego de\npiedra, papel o tijera, así que fue él\nquien tuvo que sostener el barril
de sidra bajo el brazo para poder cruzar\nal otro lado del muro.
“Mira, ¡esta es la mansión de la que\ntan orgulloso se siente nuestro jefe!
¿Verdad que no parece tan grande\nal verla desde aquí?”, comentó Alberto
mientras observaba la casa.
“Te equivocas, esa es mi casa”,\ndijo Galileo.
“La casa del jefe es aquella de allí”.
Alberto no veía muy bien de noche,\ny aunque la luna iluminaba el paisaje
no era comparable a la luz del sol.\nDe hecho, si uno cerraba los ojos,\napenas podía apreciarse.
Se esforzó un poco más en intentarlo,\npero apenas podía distinguir nada.
“Pero es cierto que es muy pequeña”,\nprosiguió Galileo, “Así que tampoco
has dicho nada que no sea cierto”.
Galileo y Alberto eran personas\nmuy observadoras.
La respuesta de Galileo sirvió para\napaciguar el momento incómodo que
Alberto había vivido a causa de\nsu mala visión. Por otro lado, Alberto
había perdido a propósito el juego\nde piedra, papel o tijera, pues
los engranajes que Galileo incorporaba\nen las costillas estaban dañados.
“Por nosotros”, pronunciaron los buenos\namigos antes de que Alberto volviera a
colocar la tapadera del barril.

Al día siguiente, los dos amigos\nreunieron a todo el mundo en la plaza
de la aldea.
En primer lugar, se disculparon por\nhaber derrumbado el muro que los\nprotegía del dragón, y les dijeron
a todos que tendrían una seria\nconversación con el dragón malvado.
“Sé que ha supuesto un gran esfuerzo\npara todos reparar ese muro, pero
la realidad es que tampoco nos importaba\ntanto”, contestó el rechoncho jefe de\nla aldea. “Sin embargo...
¿no creen que se están pavoneando\ndemasiado al afirmar que lo derribaron\nustedes?”.
Naturalmente, eso no era lo que más le\nimportaba al jefe. Él era una persona\nformidable.
“Además”, continuó, “es demasiado\npeligroso que vayan en busca
del dragón malvado”.
“No se preocupen por nosotros”.
Y así, los mejores amigos que podría\nhaber conocido este mundo se marcharon.

El dragón malvado tembló al advertir la\npresencia de Alberto y Galileo.
No se sabe por qué, pero la sidra que\npreparó aquella anciana podía hacer que
la gente creciera hasta cobrar un tamaño\ngigantesco. La noche anterior, después\nde haber tomado la sidra
se hicieron tan grandes que acabaron\nderrumbando el muro.
No fue hasta que dirigieron su mirada\nhacia abajo que comprendieron por fin
cómo se sentía el dragón. Ahora, eran\ntan gigantescos que habían destruido sin\nquerer el pequeño muro de la aldea por
accidente. Si conseguimos que el dragón\ndetecte a las personas, seguro que
podremos comprendernos mutuamente.
Los dos amigos se bebieron toda la sidra\nque quedaba, creciendo hasta adoptar
un tamaño todavía más gigantesco.
Apestando a sidra, agarraron al dragón\nmalvado con sus dedos y lo sentaron\nentre ellos dos, con la intención de\nhacerle entrar en razón.
El dragón se asustó tanto que se hizo un\novillo. Su impone█c█a y maldad
desapareciero█ de██olpe, de manera que\nincluso daba lámp███ Alberto quiso
limpiarle la suciedad de las escamas.
Sin embargo, acabó quitándole una escama\nentera, por lo que el dragón quiso\nescapar. Pero Galileo, quien temía que
la crisis no se resolviera\ninmediatamente y que persistiera durante\nmiles de años más, atrapó la cola del
dragón y lo arrastró de vuelta.
“La verdad es que siempre hemos vivido\na tus patas, pero como somos mucho más
pequeños que tú, nunca habías podido\nvernos. Ahora que nos hemos convertido
en *Hip*... gigantes. Galileo eructó\ny dijo: “Entonces, ahora, ya eres
consciente de que vivimos a la altura de\ntus patas, ¿no?”
El dragón asintió con la cabeza.
Los dos amigos y el dragón continuaron\nconversando hasta que salió el sol, y\nal final alcanzaron un entendimiento
mutuo. Entonces, los dos amigos se\nmarcharon rumbo de vuelta a casa.

A. A.

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