
![]() | Name | La primera incursión de Sundiata (III) |
Type (Ingame) | Objeto de misión | |
Family | loc_fam_book_family_1064 | |
Rarity | ![]() ![]() ![]() ![]() | |
Description | Un pergamino heredado durante generaciones entre los Vástagos del Eco. Cuenta la leyenda de hace 500 años de Sundiata, cuando era joven. |
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Item Story |
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Item Story
Sundiata había perdido su buen nombre al embarcarse voluntariamente en su aventura. Se dirigió hacia el distante lago de lava hasta que su cuerpo padeció las llamas que de él se desprendían. Aquel lago ardiente ya se ha enfriado, y los dragones ya no causan estragos en él. Pero en aquella época, ese territorio estaba gobernado por el malvado dragón Lukwata. Lukwata era uno de los pocos descendientes que quedaban de la antigua estirpe de los dragones. Con un corazón malvado, se esforzaba constantemente por restaurar la tiranía de los antiguos dragones. La antigua batalla, que sacudió cielo y tierra, acabó con todo su linaje. Así pues, se replegó en las oscuras cuevas y se libró de un terrible destino. Desprovisto de la servidumbre de sus siervos, Lukwata alcanzó la vejez. Sus ojos se quemaron por el sulfuro y su mente se volvió obnubilada y llena de resentimiento. Se hallaba inextricablemente atrapado en un sueño delirante de batalla contra los emisarios celestiales. Así, permaneció ajeno a la era de los humanos que se había instalado en Natlan. Cuando un esclavo insignificante se acercó a su guarida para retarle... ... El viejo dragón enfureció, se puso en pie y comenzó a escupir y maldecir. Acompañado de llamas y azufre, de su boca tronaban maldiciones: “¡¿Un despreciable esclavo se atreve a perturbar la paz de un rey?!”. Sundiata divisó al legendario dragón maligno, ahora frágil y sin cordura. Abrió la boca para reclamar la gloria de un rey, habiéndose olvidado de su propia raza. Entonces, a carcajada limpia, Sundiata blandió su enorme martillo y le dijo al dragón con tono burlesco: “No soy más que un minero sin nombre, no tengo nada de esclavo despreciable.”. “¡Al igual que tú no eres ningún rey, sino un torpe lagarto!”. Lukwata, furioso al oír estas palabras, estalló en otro ataque de ira salvaje. Escupía lava sucia y brillante, y despedía nubes de humo negro como el carbón. Sundiata, al verlo, no hizo ni una mueca, sino que levantó su martillo para golpear al dragón. Lukwata estaba viejo y enfermizo, pero cuando se enfurecía seguía siendo aterradoramente imponente. Y mientras el gran calor del magma abrasaba el pelo y las cejas de Sundiata... El veneno del dragón se filtró en su piel y en sus órganos internos. El dolor fue agónico e insoportable. Los colmillos amarillentos dejaban marcas supurantes, mientras que las garras desgarraban viejas cicatrices. Sundiata, desafiando la agonía, blandía su pesado martillo incesantemente. Hasta que el áspero cráneo del dragón se abrió, y el humo negro se disipó con las embestidas del martillo. Cuando el alma del viejo dragón se disipó, el lago de lava se enfrió por la mitad. Sundiata se tumbó, satisfecho. ¡Ahora sí que se había convertido en un héroe verdadero! |
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