
![]() | Name | Los manantiales del jade escondido (II) |
Type (Ingame) | Objeto de misión | |
Family | loc_fam_book_family_6969438, Book, Non-Codex Series | |
Rarity | ![]() ![]() ![]() ![]() | |
Description | ¿Con qué tipo de personas se encontrará el joven que vive recluido en el bosque de bambú? |
Table of Content |
Item Story |
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Item Story
Con una vida tan larga, está claro que el concepto del tiempo de los Adeptus es distinto del de los mortales. Los mortales miran obstinadamente hacia delante, un horizonte estrecho y limitado, pero a sus ojos, el tiempo es como una inmensa pintura. Para los mortales, el tiempo es un río de sangre que fluye constantemente, y el torrente rojo, por mucho que se precipite por sus cauces fijos y sus afluentes divergentes, acabará desembocando en un horizonte tan rojo que parece negro, donde espera la muerte lejana y silenciosa. Pero, para ella, el tiempo es un desierto sin principio ni fin, cubierto de telarañas que se extienden hacia la incognoscible lejanía. A sus ojos, todas las cosas caminan o corren. Las montañas, que a los mortales se les antojan como algo fijo, pasan como nubes a sus ojos, o el mercurio, algo tan duradero para los mortales, se va desgastando con el tiempo ante sus ojos de dorado ámbar. Por tanto, no cabe mencionar los placeres y las preocupaciones fugaces. En el interminable viaje de la vida, los mortales tienden a añorar sus tierras natales, por eso a veces se sienten perdidos en el largo recorrido y se imaginan que las escenas que una vez perdieron volverán a aparecer en algún momento del futuro. Incluso cuando, empujados por el tiempo, se ven obligados a tomar decisiones devastadoras, miran al pasado confundidos, como si el lustre desvaído de aquel entonces pudiera regresar en cierto momento. Pero el caso de ella es diferente, pues siempre está corriendo junto con todo lo que se mueve, siempre lleva la melena de platino al viento mientras hace añicos las olas y dispersa los sedimentos, preocupándose solo por correr de este momento hasta el futuro. Los habitantes de las montañas la consideraban la hija del tiempo, como un caballo blanco que salta de un claro manantial, sin grilletes que la retuvieran, o como su orgullosa madre, que no se dejaba obstaculizar por ninguna barrera. Los pastores de las llanuras habían perseguido sus pasos y abandonaron los desiertos para emprender el camino migratorio en busca de agua y pasto... Y así el potro de oro blanco se convirtió en guía de todos los rebaños. Los reinos del Abismo Marino la tomaron como una mensajera. En su imaginación, le concedieron escamas y cola, venerando la luz que traía consigo aquella que era a la vez madre e hija. En la era en la que los mortales recibían la bendición de los altos cielos, los grandes héroes y campeones trotamundos también recorrieron los manantiales en busca de su generosidad, y lucharon entre sí por la ternura que ella había dejado atrás con tanta prisa. Pero después de que el Palacio de la Luna se derrumbara, el carro alto cayera y las tres hermanas murieran, estas leyendas se fueron perdiendo con la llegada de la calamidad y la desaparición del pueblo de antaño. Entonces, una fría orden descendió de los altos cielos y, a partir de entonces, las estrellas y la tierra dejaron de moverse. Y ella no pudo hacer más que estar confinada bajo las estrellas, permanecer en esta estancada tierra extranjera era su única opción, con la esperanza de que algún día llegara su madre, de que la piedra obstinada se desgastase, y de que se produjera el próximo encuentro procedente del más allá... “Ya respondí a tu pregunta, y en cuanto a la historia que sigue, te conté gran parte de ella anoche”. La mujer se había puesto la camisa blanca en algún momento, estaba de espaldas a la luz del día, y sus ojos dorados brillaban en las sombras. “Bueno... Solo sé que eres una Adeptus, y desconozco de dónde viniste o cómo te llamas”. Una vez más, al igual que había hecho anteriormente al encontrarse con otro niño desconocido en el bosque de bambú, se limitó a sonreír y no dijo nada más. Entonces, el joven suspiró e hizo una reverencia como despedida. Años después, el joven, que ya había envejecido, recordó este momento, pero aún no lograba entender la última historia que ella le había contado, a pesar de que ya dominaba las técnicas de la espada y se había establecido como el maestro de su propia escuela. Y ella, por su lado, aún corría sobre los hilos del destino, probablemente ocultando sus huellas en bosques y bajo claros manantiales, lejos de las miradas de los Arcontes, conservando historias antiguas que incluso empezaban a escapársele a ella misma. |
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the weapon can be used in non-freeze teams when you use esco as just an sub-dps and by other charac...