Yakshas: los guardianes Adeptus

Yakshas: los guardianes Adeptus
Yakshas: los guardianes AdeptusNameYakshas: los guardianes Adeptus
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyNon-Codex Series, Non-Codex Lore Item
RarityRaritystr
DescriptionUn volumen de la colección «Maravillas y folclore de Liyue» que sirve como versión de «Viaje por las tierras de Liyue», una enciclopedia de creencias y costumbres populares escrito por Masudi, un erudito de Sumeru. Debido al arcaico estilo de escritura del autor, fue rechazado en gran medida por el público y los editores por igual. En «Yakshas: los guardianes Adeptus», se describen los diversos Yakshas que lucharon codo a codo con el Arconte Geo.

Item Story

Antiguamente, en Liyue no había nada más que la peste. Los violentos dioses así lo quisieron, pues los caídos quedaron atrapados, y los atrapados fueron aplastados, y los aplastados se pudrieron y se convirtieron en tierra. Así, se reunieron con el ciclo de los Elementos, que abarca infinitamente tanto el Cielo como la Tierra. Las almas amargadas se rebelaron y se reencarnaron, solo que esta vez lo hicieron con forma de demonio. El ardor de la ira de los demonios dio lugar a un miasma que, a su vez, engendró todo tipo de plagas, demonios y otros perversos males. Hizo morir de hambre a la tierra, hirvió las aguas y sumió al mundo en el caos. A raíz de esto, se originó una expresión que dice así: “El mal es el eco de lo que fue derrotado en lo divino”.

“Liyue sufrió muchos brotes de enfermedades en la antigüedad. Algunos dicen que fue debido al caos de la implacable guerra entre dioses. Los derrotados fueron aplastados bajo las rocas, donde se descompusieron y se convirtieron en tierra para, finalmente, volver a entrar en el eterno ciclo elemental. Algunas almas de los dioses se llenaron de amargura por este destino y se negaron a seguir sufriéndolo. Su amargura se materializó y se convirtieron en malvados monstruos, cuya ira se manifestó en forma de enfermedades, plagas de monstruos y toda clase de sucesos extraños. Los monstruos arrasaron la tierra y la convirtieron en un desierto, desatando toda clase de males sobre los ríos y los mares. Infligieron un sufrimiento incalculable a la gente. Por lo tanto, lo que llamamos «monstruos» son, de hecho, manifestaciones físicas del resentimiento de los dioses derrotados en la guerra”.

Rex Lapis invocó a los Yakshas para que purificasen a los demonios. Eran bestias iluminadas de aspecto espantoso y carácter guerrero, y no escatimaron en brutalidad para cumplir su deber de defender. De todos ellos, cinco eran los más conocidos: Bosacius, Indarias, Bonanus, Menogias y Alatus. Siguieron a Rex Lapis allá donde la batalla lo llamaba hasta que purgaron la plaga. Estos cinco purificadores son conocidos por los mortales como “Los Yakshas”.

“Rex Lapis invocó a los Yakshas para ayudarle a acabar con los monstruos. Los Yakshas eran bestias iluminadas de Liyue, feroces e intimidantes, violentos por naturaleza, formidables en la batalla y dispuestos a matar sin piedad para defender el reinado de Rex Lapis. Entre ellos, cinco eran los más fuertes: Bosacius, Indarias, Bonanus, Menogias y Alatus. Los cinco siguieron a Rex Lapis en la batalla innumerables veces, acabando finalmente con el origen del mal. Los mortales los bautizaron con el nombre de «Los Yakshas»”.

Los Yakshas, que fueron guardianes del Rey Geo durante años, vencieron una infinidad de males. Sin embargo, por muy poderosos que fueran, ello no les sirvió para defender a todo aquel atormentado por la guerra, razón por la que se vieron afligidos. Algunos sucumbieron a su propia ira; otros, a la locura inducida por el miedo; muchos cometieron asesinatos contra los de su propia raza; otros fueron embrujados por las sombras del alma. Después de un milenio, su destino llegó: tres de los cinco perecieron, el cuarto se desvaneció, y el resto de los innumerables Yakshas sufrió un destino similar. Solamente el quinto prevaleció: Alatus.

“Los Yakshas protegieron fielmente a Rex Lapis y frenaron toda clase de catástrofes en el mundo durante años. Pero llegó un día en que, a pesar de su poder, se vieron acorralados por su propio mal karma, ya que la amargura de los dioses había empezado a envenenarlos. Algunos sucumbieron a una rabia ciega de indescriptibles atrocidades; a otros, el miedo les condujo hacia una locura igual de indescriptible. Otros se volvieron hostiles y se destruyeron entre sí. También hubo quienes se perdieron en los delirios de sus mentes. Después de unos mil años, cada uno se encontró con su destino. Tres de los cinco fueron asesinados, y uno desapareció. Muchos otros Yakshas, de nombre desconocido, también murieron o huyeron. Al final, solo uno de los cinco sobrevivió: Alatus”.

Alatus es conocido como el Rey de las Alas Doradas, también llamado el Gran Cazador de Demonios. Nadie sabe de dónde vino ni a dónde fue. La gente puede ver su resplandor en el Bosque de Piedra Guyun solo durante la noche del Rito de la Linterna de primavera, momento en que declaran: “He aquí al guardián Yaksha que terminará con el yugo de los demonios”. Solo entonces se puede escuchar el silbido de los juncos del pantano, fácilmente confundible con el sonido de una flauta, descubrir que no es una persona quien emite tal melodía y anunciar: “Escuchen: es el Yaksha invocando a sus viejos amigos en su tierra natal”.

“Alatus es conocido como el Rey de las Alas Doradas, también llamado el Gran Cazador de Demonios. Nadie sabe de dónde vino ni a dónde fue. La gente puede ver su resplandor en el Bosque de Piedra Guyun solo durante el Rito de la Linterna celebrado una noche de primavera, momento en que declaran: «He aquí al guardián Yaksha que terminará con el yugo de los demonios». En ese momento, algunas personas afirman escuchar el sonido de una flauta procedente del Pantano Dihua, pero cuando van hasta él, descubren que no es una persona quien emite tal melodía y anuncian: «Escuchen: es el Yaksha invocando a sus viejos amigos para que regresen a su tierra natal»”.

Así, la gracia divina trajo consigo una última maldición inquebrantable: la pérdida de parientes, amigos y aliados, enfrentar la imposibilidad de la redención, arder en la ira perpetua y no encontrar jamás el descanso eterno. Convertirse en el enemigo de un antiguo mal significaba abandonar la esperanza de obtener una recompensa y de esforzarse con resolución. En definitiva, significaba estaba atormentado por el mismo destino que los espíritus hambrientos: el de no sentirse saciado nunca jamás.

“Por esta razón, se dice que la recompensa de ser bendecido con un poder sobrenatural es sinónimo de un destino de adversidades y destrucción. El Yaksha perdió a todos sus amigos, familia y compañeros de batalla. Su karma acumuló una deuda incalculable por las acciones violentas que tuvo que cometer por necesidad, y la consecuencia fue un incansable corazón lleno de oscuridad y odio. No había recompensa alguna por enemistarse con la amargura de las antiguas almas de los dioses, ni había forma de escapar del insoportable sufrimiento. El tormento carcomía cual lobo insaciable su corazón de tal modo que ni en mil vidas cesaría”.

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