La historia de Qoyllor y Ukuku

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La historia de Qoyllor y Ukuku

La historia de Qoyllor y Ukuku
La historia de Qoyllor y UkukuNameLa historia de Qoyllor y Ukuku
Type (Ingame)Objeto de misión
FamilyBook, loc_fam_book_family_1055
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DescriptionUna historia popular de autoría desconocida y transmitida de manera oral en Natlan durante generaciones.
Hace mucho, mucho tiempo, esa estrella apagada era tan brillante como las otras que ven ahora en el cielo, y la gente de la tribu vivía una vida muy parecida a la de ahora. Para ustedes, esta vida tan corriente podría resultar aburrida, pero no lo era para Qoyllor, residente de la estrella más cercana al clan, pero tan alejada de sus seres queridos. Al igual que ustedes, siempre sentía curiosidad por las cosas que no comprendía y, del mismo modo que los que vivimos en la tierra miramos al cielo estrellado, ella también se solía quedar absorta observando las tribus.
Pero un día, Qoyllor se inclinó tanto para mirar que se cayó del cielo. La estrella caída perdió su brillo, y su poder se rompió en pedazos que se esparcieron por todas partes. Su padre Sol le había dado aquel poder esperando que ella lo cuidara bien, pero ahora que lo había perdido, Qoyllor no podía regresar. Entonces, recordó que, cuando observaba la tierra desde las estrellas, la vida aquí abajo le parecía de lo más interesante, pero ahora que no le quedaba más remedio que renunciar a su anterior vida e integrarse en esta, ya no le hacía tan feliz...
Qoyllor vagó sola por la naturaleza durante mucho tiempo y sobrevivió a numerosos peligros —pues el mundo era más peligroso entonces que ahora—, pero no consiguió nada. Hasta que un día, por azares del destino, conoció a Ukuku, un cazador tribal, y entonces su suerte cambió. Este guerrero, que era tan fuerte y taciturno como un oso, comprendió la desgracia de Qoyllor y se comprometió a ayudarla a recuperar los trozos de estrellas y a enviarla de vuelta a casa. Ukuku alardeaba de ser un excelente cazador, pues sabía cazar bien y poseía unas magníficas habilidades de rastreo.
Así pues, los dos juntos comenzaron un largo viaje. Escalaron montañas escarpadas, se adentraron en valles y cuevas profundos, derrotaron a numerosos enemigos e hicieron muchos nuevos amigos. Gracias a los cuidados de Ukuku, Qoyllor se acostumbró a la vida en la tierra. Cazaba, luchaba y descansaba con los saurios, igual que tú y yo, ¡o quizás aún mejor que algunos de nosotros! Hasta le contaba a los niños de la tribu historias maravillosas que había oído de los cuentacuentos, comía tatacos y perseguía manitúes. Pero, de vez en cuando, en las noches no iluminadas por las brillantes pintadas, el centelleo de las estrellas en el cielo de la noche le hacía recordar lo lejos que se encontraba de su hogar. ¿La extrañarían a ella también sus hermanos y hermanas?
...
Tras años de búsqueda infructuosa, Qoyllor no pudo evitar pensar que, al igual que ella se había integrado en las tribus de la tierra, tal vez las bestias y los insectos habían devorado o se habían apropiado de su poder perdido. Cuando le preguntó a Ukuku si estaba cansado de perseguir un objetivo tan incierto, él solo respondió con un “lo siento”. “¡Qué hombre tan poco hablador! Aunque por lo menos es de buen corazón”, pensó Qoyllor. Al fin y al cabo, como nunca tuvieron una pista que seguir, la labor les estaba resultando muy complicada. Además, técnicamente, aquel problema no tenía nada que ver con Ukuku, así que ni siquiera tenía por qué disculparse de nada. Qoyllor pensó que aquel cazador tan callado era demasiado amable, y recordó lo bien que siempre había cuidado de ella.
Más adelante, Qoyllor y Ukuku formaron una familia y se asentaron en la tribu, de modo que los bebés recién nacidos ni siquiera sabían que uno de sus vecinos había caído de las mismas estrellas. Qoyllor nació con una personalidad alegre y despreocupada, por lo que, cuando se topaba con una situación en la que no podía hacer nada, dejaba que las cosas siguieran su curso. Aunque su hogar se encontraba muy lejos, ella estaba contenta, pues sus brillantes hermanos y hermanas estrellas parecían saludarla desde el cielo. En cambio, Ukuku, cuyos deseos se habían hecho realidad, se volvió cada vez más callado y sombrío. Algunos decían que él simplemente era así; otros especulaban que se debía a que se sentía culpable por no haber podido cumplir la promesa que le hizo a Qoyllor... Ambas versiones tenían parte de verdad, pero, como ya saben, cuando una persona tiene un secreto inconfesable, es inevitable que esté triste, y eso es exactamente lo que le ocurría a Ukuku.
En cuanto a cuál era ese secreto, permitan que no lo revele por el momento y, en su lugar, hablemos primero de los vecinos de la tribu. Un vecino puede llegar a ser tan importante como un familiar, y vivir en una tribu significa que tendrás muchos vecinos que estarán dispuestos a ayudarte. Desafortunadamente, Pochica, uno de los vecinos de la pareja, era un hombre malintencionado que nunca se llevó bien con Ukuku. Siempre intentaba complicarle la vida, pero como Ukuku le ignoraba, nunca llegó a pasar nada. Sin embargo, la llegada de Qoyllor encendió el fuego de la envida en Pochica; un fuego que, una vez encendido, no era tan fácil de apagar: “Ukuku es muy buena persona, y las buenas personas siempre ponen a los demás antes que a sí mismas”. Pochica sabía perfectamente qué pensaban de Ukuku los demás miembros de la tribu, pero él tenía su propia opinión: “¡Qué tipo tan sumamente aburrido! Pero puedo usar su bondad en su contra para ahorrarme muchas molestias”.
El plan de Pochica era sencillo: hablar mal de Ukuku a Qoyllor e inventarse cosas sobre él. Y pensarán: ¿cómo pudo funcionar un truco tan vil? Pero no olvidemos de dónde venía Qoyllor y el hecho de que el silencio de Ukuku era cada vez más sospechoso... “¡Ay, mírate! ¡Eres como un pájaro al que han cortado las plumas!”, le decía siempre Pochica a Qoyllor forzando un tono de cercanía. “Siempre ha sido así. Cada vez que encuentra un pájaro que le gusta, le corta una parte de las plumas y lo encierra en una jaula para que no salga volando. ¡Ay, pobres criaturas!”.
Al principio, a Qoyllor le traían sin cuidado los chismes de su malvado vecino, pero tras años escuchándolos, la semilla de la duda había empezado a brotar en su interior. Quería saber qué pasaba por la mente de Ukuku, pero como no quería hacer una montaña de un grano de arena, se acercó a él de manera más indirecta, como si estuviera bromeando. Inesperadamente, como si no quisiera seguirle el juego, Ukuku evitó el tema y adoptó su actitud de siempre: estar triste y quedarse callado.
Ahora sí podemos volver al secreto de Ukuku. Todo aquello no hizo más que acrecentar las sospechas y la desconfianza de Qoyllor. Como era de esas personas que no se quedan tranquilas hasta que averiguan la verdad —si no fuera por eso, no se habría caído del cielo en primer lugar—, hizo una pregunta tras otra a Ukuku hasta que este confesó su secreto: en los viajes que había hecho en el pasado, había encontrado varios trozos de estrella, así que esas pistas que Qoyllor creía tan inciertas, en realidad, no lo eran tanto. Sin embargo, en aquel entonces, Ukuku ya sentía algo por ella, así que pensó que, si algún día encontraban todos los trozos perdidos, Qoyllor tendría que volver a las estrellas y no volverían a verse nunca más.
En mi opinión, es imposible alargar para siempre algo que va en contra de la naturaleza de uno mismo, y ese era el caso de Ukuku. Así que cuando terminó de contar su secreto, sintió como si se hubiera quitado un gran peso de encima, hasta tal punto que incluso la tristeza de su rostro se difuminó. Sin embargo, al enterarse de la verdad, Qoyllor solo sintió tristeza y rabia. El engaño y la traición eran algo que ella no había conocido hasta ese preciso instante.
¡Era verdaderamente un pájaro al que le habían cortado las plumas! Cuanto más pensaba en ello, menos quería perdonarlo. Todos sabemos que la confianza no se construye de la noche a la mañana, pero puede destruirse con un simple chasquido de los dedos. Qoyllor le exigió a Ukuku que le devolviera los trozos de estrella que había escondido, petición que este rechazó con la esperanza de que, si permanecían juntos, la situación terminaría arreglándose. Pero eso solo era lo que él quería creer. Todos tenemos cosas que no podemos perdonar, y para Qoyllor, el engaño y la traición eran las dos cosas más imperdonables del mundo.
A pesar de las súplicas del hombre, Qoyllor se marchó de la tribu, el lugar que una vez consideró su hogar, y regresó a la naturaleza salvaje en la que comenzó su vida en la tierra. Pero esta vez era distinto. Como una auténtica nativa de Natlan, dibujó una enorme pintada en la vasta extensión del suelo. Ahora ya no podemos apreciar lo grande que era, pero según testimonios de la gente de aquella época, ¡era incluso más grande que un volcán! Una pintada tan grande podría verse incluso desde el sol, y eso era precisamente lo que quería Qoyllor. ¿Que había perdido su poder? Perfecto. ¿Que Ukuku lo estaba escondiendo? Muy bien. ¿Que las bestias y los insectos se habían apropiado de él? Qué importaba. Mientras pudiera apoyarse en el hombro de su padre, le daba igual a qué castigo debiera enfrentarse.
Y, efectivamente, el padre Sol de Qoyllor vio sus súplicas y la trajo de vuelta al cielo. Desde entonces, la estrella, oscurecida por haber perdido su poder, apenas se podía percibir si no se miraba con mucha atención. ¿Siguió Qoyllor contemplando la tierra y observando a sus habitantes? Ni siquiera yo lo sé, pero lo que sí es seguro es que había vuelto junto a sus hermanos y hermanas, había regresado a aquel lugar al que ni siquiera podían llegar los Iktomisaurios más formidables de todos.
En cuanto a Ukuku, que se había quedado solo, recibió un serio castigo por su engaño y traición, de manera que el Sol le cegó los ojos con sus flechas doradas y, a partir de entonces, allí donde estuviera Ukuku, el astro se ocultaba tras las nubes para no darle ni un rayo de luz. Incluso su hijo, Kuntur, que aún era un niño en aquel entonces, se vio afectado por la rabia del Sol y, como resultado, no pudo entablar amistad con ningún saurio hasta que llegó a su juventud. ¿Qué aventuras vivió Kuntur después de eso? Bueno, eso ya es otra historia.

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